En 2020 estamos viviendo algo que pensábamos solamente pasaba en las películas: países cerrados, cuarentenas forzadas, algunos animales libremente explorando las ciudades y colaboraciones científicas para curar una epidemia que se ha esparcido por el mundo. El mes pasado, febrero de 2019, 25 mil niños murieron en Latinoamérica. Solo en una región de Colombia (una con una población que no supera el millón de habitantes) 5 mil han muerto, y la mortalidad no se detiene.
Lo curioso es que las cifras que acabo de dar no son del coronavirus. Sino de diarrea e inanición. Cuestiones que se pueden tratar, que tienen cura, y que son fácilmente evitables. Pero estos muertos no aparecen en los titulares, no son un escándalo conocido mundialmente. No venden.
La idea acá no es decir que el Corona no es un problema. Lo es. Y muy grave. A nivel sistémico puede colapsar sistemas de salud por su alta tasa de contagio. Pero en un mundo de problemas y de agentes que causan muchas más muertes, ¿Porqué este llegó a tener una atención tan alta a nivel mundial donde se han tomado medidas como las de cerrar países y poner en cuarentena a ciudades completas?
¿Qué hace que estos nuevos muertos sean un escándalo? Que causen pánico y prendan las alarmas y la solidaridad mundial. Después de todo, aunque el nuevo virus COVID-19 sí tiene una tasa de contagio mucho mayor que el de cualquier virus estacional, su tasa de mortalidad es mucho menor que el de gripes que han pasado últimamente como el SARS, el MERS o incluso del EBOLA. Y las muertes que ha dejado son mucho menores que cosas como el dengue, la diarrea, la desigualdad, la extrema pobreza….
La pandemia del coronavirus me ha puesto a pensar ¿Qué hace que unas personas se preocupen más que otras? ¿Qué riesgos y efectos va a tener esta epidemia global? y ¿Qué tipo de sesgos cognitivos nos están influenciando cuando hablamos del tema? No digo que tenga la razón absoluta en lo que vaya a decir acá, solo serán puntos de vista a diferentes cosas que este virus me ha puesto a pensar.
Así que alisten ese desinfectante de manos y comencemos a exponer algunas ideas
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EL VIRUS CREA EMPATÍA PORQUE NO CONOCE BARRERAS
El virus no conoce de ninguna barrera. Y es por esto que el COVID-19 ha podido abrir los ojos para la solidaridad, el sentido de urgencia y la colaboración. No porque haya muchos muertos, sino porque estos muertos pueden ser quienes antes estaban exentos de serlo. Quienes tienen dinero. Los países desarrollados. Todos pueden contagiarse y morir por igual.
Las personas y los países nos hemos especializado en crear barreras de una forma u otra. Alzamos muros, estratificamos sociedades, ponemos fronteras. Y esto ha hecho que los grandes problemas como la extrema pobreza, la diarrea, la inanición… sean cosas que “pasan por allá lejos”. Claro, es una c*gada que “un niño más” se muera por falta de agua. Pero ese es el problema: se piensa como “un niño más de ese montón”. Posiblemente lo imaginamos jugando con palos y tierra en una zona desértica… pero a mí esto no me va a pasar en mi apartamento viendo Netflix. O en mi país desarrollado tomando el metro para ir en mi próximo viaje de fin de semana. Después de todo eso, es problema “de ellos” o culpa del subdesarrollo que es algo que a mí no me incumbe. Lo más que hacemos es actualizar nuestro estado de Facebook y mostrar algo de empatía. Pero no mucho, o sino nuestros amigos nos van a decir que somos unos alarmistas.
Lo que hizo de este virus una preocupación global, cuyas fatalidades son ínfimas a comparación de otros problemas igual de reales que han estado pasando por años, décadas, e incluso generaciones, es una: que tocó a quienes tienen dinero y son (según la jerarquía mundial) desarrollados. Creo que esto era lo último que se esperaba. Piénsenlo: El virus llevaba matando a miles desde hace meses. Pero era “algo por allá que está pasando en China”. Probablemente en una región pobre y asinada, y no nos extrañaba porque… pues… posiblemente era eso: “una región pobre y asinada”. Y entre esa región y los países desarrollados había decenas de países, océanos, y barreras que los protegían y lo hacían ver como una c*gada. Pero una c*gada que es problema de ellos por ser una región pobre y asinada por allá en la China.
Cuando el virus se esparce, lo hace primero en países desarrollados. Quienes se encargaron de esparcirlo fueron quienes viajaron a esta parte del mundo. Y en general la gente que viaja (y tiene para volver) es porque: O bien están en viajes de negocios o tienen dinero para costear este tipo de experiencias. Esta es la primera vez que el subdesarrollo juega en favor del menos favorecido y era algo que nadie hubiera visto venir. Por primera vez esto pasa en países quienes estaban “exentos” de este tipo de situaciones y hace que se prendan las alarmas globales. Con el modo de pensar que nos inculcan seguro en los aeropuertos hubieran requisado a chinos y asiáticos, los hubieran puesto en cuarentena, o les hubieran incluso negado el paso de ciertas fronteras. Pero el virus ya no es algo de “ellos”. No es algo que “pasa por allá” y que el color de la piel o los ceros en la cuenta del banco puede evadir. Todos se pueden contagiar y al llegar a Europa y los Estados Unidos primero hace que se trabajen en vacunas, en investigación, que se hable y pidan solidaridad mundial por el alto número de muertos y se pida darle “Sentido de urgencia”.
¿Recuerdan esos 25 mil niños al mes en Latinoamérica? Bueno fueron 525 mil oficialmente en el año. Pero ningún sentido de urgencia mundial fue declarado en ese entonces. Porque pasaba a ser “ruido de fondo”. La jerarquía mundial nos dice que estos muertos son “normales” en estas regiones, entonces ¿Para qué nos alarmamos?
Cuando el virus llega a los países con menos recursos estos ya están viendo lo que puede pasar, se preparan y se toman medidas. Unos más y mejor que otros. Comienzan a declararse cuarentenas, a cerrarse las fronteras para frenar la curva, a dar comida a quienes pueden morir de hambre, la gente compra mercados, dona, es solidaria.
Y acá va una reflexión irónica: En el caso de los países subdesarrollados, tuvimos que tener una epidemia global para que mucha gente recordara que hay gente que “se puede morir de hambre”. No es que muchos de estos de la noche a la mañana van a pasar necesidades: las pasan día a día. Muchos viven en condiciones precarias, de riesgo y con alta tasa de mortandad.
La idea no es decirlo de manera destructiva. Es bueno que pasara, porque la gente (los más beneficiados en los países subdesarrollados/en via de desarollo y aquellos pertenecientes a los países desarrollados) está teniendo en cuenta a partes de la sociedad que hasta ahora eran invisibles. Por primera vez los más privilegiados vemos que una causa de mortalidad pasa de nuestras billeteras, ceros en las cuentas y barrios lujosos, y también nos puede tocar a nosotros. Nos genera un alto grado de empatía porque ya no lo vemos tan alejado. Nos identificamos con un peligro compartido. Curiosamente lo vemos más cercano que teniendo a una persona sufriendo necesidades por la gran desigualdad del día a día frente a nosotros en la calle. Ahora la idea de alguien pasando necesidad por el COVID-19 nos abre los ojos, cuando antes era solo indiferencia. Porque si bien a mí no me va a dar diarrea crónica (que sí le dará a ellos) o no voy a “sufrir” de “probreza extrema”, a ambos nos puede dar COVID-19. El virus no conoce de barreras.
ELIJE TU CRISIS: SALUD O ECONÓMICA
Si pones en cuarentena a una parte considerable de tu población, como gobierno vas a crear otro problema: una desaceleración de la economía y un alto del comercio.
Se estima que en china un 30% de los negocios pequeños están cerrados. Japón cerró en marzo todos sus colegios, mandado a la casa a casi un millón de profesores quienes quedaron sin trabajo. Pasar a teletrabajo y “home office” es más productivo a nivel individual, pero la transición va a hacer que la productividad baje porque muchas empresas no tienen este tipo de cultura. Cruceros, aerolíneas, conferencias, eventos, todo se ha cancelado en el mundo.
Es un problema difícil de abordar. Si haces lo más prudente para la salud de la población, vas a introducir una recesión económica. Pero si tratas de evitar la decisión económica haciendo que la gente lleve sus vidas como siempre vas a crear una crisis de salud épica.
Acá los gobiernos deben elegir lados, y es muy interesante las soluciones que se están aplicando. Hay algunos que están dispuestos a ceder en su estabilidad económica por la mejora de la salud pública. Hay otros que prefieren arriesgar la salud por una estabilidad económica al corto plazo. Están los casos de Cuba y Rusia, “imperios comunistas” y países al que muchos gobiernos le “hacían el feo” quienes muy abiertamente ha mandado brigadas de médicos sin más que para ayudar a países que los necesitan. Como es la vida.
Es importante notar que hay países que están más preparados para afrontar el virus porque tienen sistemas robustos de salud, presupuesto e instituciones capaces de enfrentar esta crisis. Estos sistemas no fueron creados de la noche a la mañana y se cimientan en las desiciones y acciones de gobiernos que han tenido focos responsables. Alemania es un claro ejemplo de esto. Está entre los 5 países más contagiados pero sus muertos no reflejan en cifras alarmantes. Mientras que Estados Unidos, el gran ideal de “sueño y meta” de muchos refleja su situación de tener una cobertura y un sistema de salud deficiente por interesarse más en cosas como mandar buques de guerra a las costas venezolanas y el caribe cuando están muriendo casi 2,000 personas al día en su territorio.
Y bueno también está la solución de Corea del Norte, donde la primera persona que salió positiva por coronavirus fue llevada afuera y le pegaron un tiro. Cada gobierno tendrá su forma de aproximarse al problema y esto dirá mucho de ellos.
ELIGE TU LADO
Tomar una posición sobre cómo abordar esta situación es algo que no es únicamente tarea del estado. Nosotros también debemos tomar una decisión sobre qué agentes vamos a ser a nivel personal y social. ¿Somos aquellos que se encuentran con la vecina y dicen “Si ha visto cuantos muertos llevamos? ¿Qué vamos a hacer Dios mío que angustia? O somos de esos que la ve y le dice “Señora, ¿Necesita que le ayude con algo? ¿Que le ayude a pagar el recibo? Páseme la plata en un sobre y la información y yo se lo ayudo a pagar.
Aunque estar todo el tiempo en un mismo lugar no es tan sencillo, especialmente si eres de aquellos privilegiados que tenía una gran variedad de actividades a tu disposición. Pero con la tecnología la forma para invertir el tiempo es infinita. Y aunque no suena tan “sexy” como un viaje a las montañas, una gran fiesta o un destino exótico es un momento para dejar atrás las excusas porque “no tenemos tiempo” y darnos la oportunidad de invertir en nosotros mismos.
Aprender un nuevo lenguaje, aprender sobre algún tema que les interese, adquirir una nueva habilidad, algún instrumento musical, yoga, actividades de bienestar, cocinar, leer más, ver películas que no han podido hasta ahora… Y si les está sobrando tiempo incluso comparten iniciativas o contenidos constructivos para informar a la gente, compartir humor, aportar y construir un ciclo sano.
O puedes ser de aquellos quienes se quejan de lo mucho que está aburrida y lo dura que es su cuarentena en la seguridad de su casa. Lo sienten como un encierro y se encargan de recordarle a la gente su sacrificio por aburrirse diariamente. Estos son quienes la pasarán más mal, porque cada día pensarán que están en una cárcel cuando están en su propia casa. Ellos saldrán de la cuarentena igual que como entraron, o peor.
UNA PEQUEÑA DE-GLOBALIZACIÓN
Siempre tendemos a pensar en efectos de primer orden, y no en los colaterales efectos de segundo o tercer orden. Si estrello mi carro, lo primero que hago es preocuparme por mi carro vuelto “nada”, en lugar de pensar cómo voy a recoger a mis hijos del colegio esa tarde. O por como se va a ver afectado mi presupuesto mensual cuando el seguro se entere porque me va a subir la tarifa de los meses. O porque casi estrello una ardilla en accidente. Aún cuando estos últimos van a tener más impacto en mi vida.
Mucho del análisis del Coronavirus hasta ahora se limita a efectos de primer order: “Lávate las manos, quédate en casa, no comas murciélagos y ya. No pienses en nada más que todo va a estar bien”. Bueno hay varios colaterales que vendrán luego de esto. Son un poco menos obvios pero van a impactar las dinámicas globales y de nuestra vida un poco más allá de tips básicos de higiene.
Luego de las cuarentenas y de algunas cadenas de abastecimiento rotas, los países deberán verse forzados en reinvertir en sus propias fronteras. En recuperar sus economías y reinventar la forma como se gastan muchos de sus recursos dentro de sus límites geográficos. Se está viendo como muchos dan el mensaje de apoyar los negocios locales, el turismo local, y otros sectores de la industria.
Sí, sí… siempre se ha dicho que apoyes lo de tu país y que “compres local”, pero nuevamente esta epidemia nos está dando una cachetada en la cara para hacernos más consciente de aquello que de haber sido repetido tantas veces se ha vuelto “ruido de fondo”.
UN ALTO AL CONSUMISMO EXCESIVO
Otro de los impactos menos obvios se puede dar no solo en las dinámicas, pero también en los hábitos que tenemos. Siempre queremos soluciones únicas que den cambios drásticos, en lugar de enfocarnos en adoptar/mejorar hábitos que generen esos cambios de manera sostenida. De aquí que nuestros sistemas occidentales se basen en la medicina curativa y no la preventiva, que es mucho más orgánica.
Es curiosos que el planeta esté viendo decrecer sus niveles de contaminación simplemente porque la gente está dejando de consumir en exceso. Estamos consumiendo lo que necesitamos y nos obligan a hacerlo de una manera moderada. Luego de muchas protestas, movimientos climáticos, burocráticos acuerdos y foros internacionales en los que se pedía que bajaran un mínimo porcentaje de emisiones en un número de años, bastó un simple virus para forzar a la gente y países a parar su consumismo excesivo y el impacto que este genera. Lo percibimos como algo drástico porque luego de estar tratando de imponer hábitos de producción y consumo más sostenible el planeta nos forzó a la dinámica que estamos acosumbrados: un cambio único y grande que nos está forzando a adoptar hábitos más sostenibles.
Ciudades como Venecia están viendo sus canales limpios por primera vez en décadas. Los niveles de contaminación de la capa de ozono han bajado por el cese de algunas fábricas y la poca cantidad de vehículos propulsados por combustibles fósiles operando. Y la calidad del aire en las ciudades se está mejorando.
Pero esto no significa que vaya a ser así por siempre. Hay un riesgo que cuando esto termine los países traten de compensar sus pérdidas y generen aún más desechos. E incluso que tratados y cumplimientos ambientales pasen a un segundo plano. Esperemos que esta crisis nos sirva de lección para por fin entender que el medio ambiente no puede ser siempre el gran sacrificado en nuestros modelos de desarrollo. Y que es posible bajar el consumo indiscriminado y ser más conscientes en los hábitos que tenemos para que los efectos ambientales se sostengan.
LAS TRINCHERAS LABORALES
Otro de los efectos de segundo orden va a ser el re-pensar la importancia de los trabajos y actividades que generan valor y que son realmente importantes para una sociedad. En mi artículo “SOBRE EL FENÓMENO DE LOS TRABAJOS DE M*ERDA” mostré la curiosa situación en la que estamos en el mundo laboral. Donde el nivel de tecnología debería haber ayudado a reducir la semana laboral a menos horas, y en lugar lo que hizo fue crear un montón de trabajos sin sentido, poco esenciales con el fin de mantener las personas ocupadas.
Dentro de la cultura laboral, además de crear puestos innecesarios, tenemos la idea que debe haber reuniones para todo y el tiempo de la gente se debe monitorear. Que quien sale de último de la oficina es el mejor trabajador y los otros son un montón de vagos. Ahora que muchas empresas están en modo de trabajo remoto muchas personas verán la facilidad de sustituir una reunión por un e-mail, de incrementar su productividad y dedicar tiempo a otras tareas y que no siempre se debe “calentar la silla” por el jefe, porque ahora el jefe no está encima y muchos procesos se pueden hacer más eficientes.
Luego, y durante, esta crisis se nos viene encima una recesión económica. Aún en los países que opten por privilegiar su economía al corto plazo, a mediano plazo es algo inminente. Muchos tenemos el riesgo de quedar sin trabajo. Y una gran parte de los primeros que se ven en la línea de fuego son estos trabajos no-esenciales: lobistas, gente de relaciones públicas, gerentes de nivel intermedio… No todos los despidos serán de trabajos innecesarios. Mucha gente buena, preparada y con roles importantes también se verá afectada. Esto es parte de una recesión económica.
Por otro lado, los trabajos esenciales han sido más apreciados: la gente que limpia, que recoge basura, los policías, los médicos. No es que estos trabajos sean nuevos, pero la gente se da cuenta que son necesarios para un correcto funcionamiento de la sociedad y comienza a apreciar más su valor. Lo que podrá hacernos re-pensar sobre la actual cultura y necesidad laboral.
La idea acá no era sacar un artículo moralista sino algo que nos haga pensar en las diferentes dimensiones de la situación en la que estamos. Al final me quedo con algunas cosas interesantes para recordar:
Las epidemias son normales en la historia humana, no son la excepción. Los avances en la medicina nos han dado un nivel de seguridad y confianza poco común en los últimos años. Como dijo Ángela Merkel: “Vamos a salir de esta. Ahora podemos reaccionar todos juntos. No ha habido un desafío que dependa tanto de nuestra solidaridad colectiva”. Una lección que deberíamos aprender no solo en tiempos de COVID-19.
Segundo, aunque las llamemos “crisis” económicas, las contracciones económicas son parte normal y saludable de una economía. Es donde sacamos todo el peso muerto, vemos cuáles son los negocios que en realidad generan valor para la sociedad, y no tanto. También nos va a decir mucho de los sistemas que estructuran un país. No es que el político de turno sea el que jodió el país en la crisis, es que todo el sistema que han hecho los anteriores gobernantes y sus decisiones han creado países que pueden afrontar esto de una mejor o peor manera. Y es en estos momentos de crisis donde la gente va a cuestionar mucho a lo que antes no le daba importancia. Recuerda lo que Warren Buffet dijo: “Solamente cuando la marea baja puedes descubrir quién ha estado nadando desnudo”.
Tercero, hay muchos colaterales que van a salir de esto y que en este momento es imposible saber. Puede ser que este precedente fuerce a los gobiernos a invertir más en salud y tener sistemas de salud más capacitados. La cultura laboral en muchas partes puede cambiar, igual que la tendencia de consumo. Las emisiones pueden permanecer bajas, con el apropiado ajuste de prioridades. Puede crearse una nueva modalidad de cyber-sexo. Nadie lo va a saber, pero hay muchas posibilidades.
Al final, si miramos en la historia, los cambios más grandes y necesarios han salido de una situación de crisis. Igualmente, que sucede a nivel personal. Siempre hay crecimiento en el dolor y oportunidad de crear luego de la destrucción.
Así que quedémonos en casa. Todos estamos en esto. Y…. nada de visitar a la abuela por un buen rato.
April 13, 2020 @ 12:18 am
Muy buena reflexión, coincido en muchos puntos.